A medida que Estados Unidos entra en una nueva etapa de la guerra contra el terrorismo, se perderá su mejor oportunidad para derrotar al Estado Islámico y a otros grupos radicales en Medio Oriente si no emplea un arma crucial pero poco utilizada: una agenda enérgica de fortalecimiento económico. En este momento, solo escuchamos hablar de ataques aéreos y maniobras militares, lo que es previsible cuando se enfrenta a matones empeñados en producir el caos y la destrucción.
Sin embargo, si el objetivo no es solamente degradar lo que el presidente Barack Obama llamó acertadamente “la red de la muerte” del Estado Islámico, sino hacer que sea imposible que los líderes radicales recluten a terroristas en primer lugar, Occidente debe aprender una lección sencilla: la esperanza económica es la única forma de ganar la batalla por los grupos que abastecen a las organizaciones terroristas.
Hace una generación, buena parte de América Latina era presa de los disturbios. Para 1990, la organización terrorista marxista-leninista Sendero Luminoso había tomado el control de la mayor parte de mi país, Perú, en donde serví como el principal asesor para el presidente.